Hacía tiempo que no me subía a mi querido Ka-50, y ha sido una gran experiencia redescubrirlo. Iniciar los sistemas, los motores, hacerlo rodar por la pista sin haber echado un vistazo a los manuales, ha sido todo un reto.
Es anticuado, no está preparado para la guerra moderna, pero es una gozada dominarlo y hostigar al enemigo con él. Como todo, en las manos adecuadas hasta una piedra es mortal.
No ha sido coser y cantar, pero hay que reconocer que los rusos supieron hacer un aparato que asistía al piloto en el pilotaje de forma tan útil, evitando que te mates intentando despegar, como puede pasar con el UH-1.