Duby proyectó en la pared blanca el vídeo de los ocho F-16 que atacaron el reactor nuclear. Campos cuadrados y regados pasaron rápidamente por el parabrisas, luego por carreteras y torres de alta tensión. Este es el delta del Eúfrates, su aspecto recuerda al delta del Nilo por el otro lado. La curva de un río, luego la voz de Relik murmurando para sí o para las páginas de la historia: “Esto es lo que esperábamos: las baterías SAM están silenciosas, no hay MiGs”. Y entonces el líder del vuelo, Zeev Raz dice: “Ligera ack-ack”. (antiaérea ligera en el argot israelí)
El sonido de la rápida respiración llenó los altavoces y el parabrisas reveló un cielo vacío: el avión atacante acababa de ejecutar un pull-up de altos-Gs y estaba ascendiendo sobre Tammuz, preparándose para el picado sobre el blanco. Un sistema electrónico chirrió. La voz de Ilan Ramón murmuró: “Sí, un poco de ack-ack” y luego continuó, recordándose a sí mismo con una voz tranquila y medida, como un estudiante haciendo sus ejercicios, “postcombustión, desplegar chaff”. El teniente Ilan Ramon era el chiquillo de la operación, el más joven de todos. El pipper de la mira se movió y un gran complejo cuadrado apareció, creciendo rápidamente mientras el avión se zambullía en él. Los detalles se hicieron visibles, las paredes de tierra a su alrededor, el interior abarrotado de estructuras cuadradas y callejones estrechos. A un lado había un edificio muy grande. Éste era el reactor nuclear francés, Osirak-Tammuz. Era tan grande como el Madison Square Garden, con una cúpula blanca sobre su centro.
El pipper de la mira del HUD se alineó y comenzó a avanzar lentamente hacia la cúpula. A lo lejos, el agua del río Eúfrates brillaba. Una isla fangosa se podía ver en el medio.
Y ahora el pipper de la mira parpadeó, tocando la base del edificio. Un pequeño punto negro apareció en el lado de la imagen y un pitido corto indicó que el gatillo había sido presionado. El pequeño F-16 tembló cuando dos toneladas de hierro y explosivos -una quinta parte de su propio peso- saltaron libres para alcanzar el objetivo. Y otra vez la voz comedida cantó el procedimiento apropiado, “Postcombustión apagada.”
“Cluster”, cantó Nahumi a sus tres aviones seguidores, “sonido apagado.”
“Dos,” le respondí. Estaba saliendo, siguiéndolo hacia el este.
“Tres”. Ese era Relik.
Silencio.
-¿Cluster cuatro? -y de nuevo, ahora con una voz más dura: -¡Cluster cuatro, responde!
Todos respiramos aliviados cuando finalmente el joven Ilan Ramón, Clúster Cuatro, terminó sus comprobaciones de post-ataque y consiguió responder, ” Aquí Cuatro “.
Entonces el comandante de la operación, Zeevik Raz, podía confirmar al relevo, Sela, y a través de él, al comandante en jefe: “Charlie al completo”.
Salimos rápidamente, dejando atrás el delta cultivado y otra vez estábamos sobre el desierto. Era hora de tomar alguna altitud-todavía teníamos miles de kilómetros para recorrer. Más ligeros ahora, pero bajos en combustible, subimos a treinta y tres mil pies. Seis aviones F-15 nos estaban esperando, para escoltarnos en el largo camino a casa. Habíamos llevado dos toneladas cada uno hasta Bagdad y ahora no teníamos combustible para enfrentarnos a ningún caza enemigo en el vuelo de noventa minutos de regreso a Israel. Finalmente aterrizamos con el combustible al mínimo, pero a salvo. Los complicados cálculos de Ramón resultaron acertados; Tenía cerebro, el niño.
El esfuerzo iraquí para adquirir armamento nuclear comenzó en 1959. Después de un acuerdo con la Unión Soviética, una primera instalación atómica fue erigida en el sitio de Tweita, unos diez kilómetros al sureste de Bagdad. En pocos años, los franceses se apresuraron a ayudar también. Francia suministró al dictador iraquí Sadaam Hussein un avanzado reactor de investigación diseñado para el enriquecimiento de uranio. El nombre de la planta fue cambiado al de Tammuz. Al mismo tiempo, los iraquíes siguieron buscando diligentemente materiales de fisión ya preparados, incluido el plutonio militar, la composición de las ojivas nucleares, de todas las fuentes posibles. Esta actividad contradecía sus anuncios de que su intención era simplemente producir energía nuclear para aplicaciones civiles. El 25 de octubre de 1979, Saddam Hussein declaró: “La lucha contra Israel será larga y dura -los israelíes pueden intentar usar bombas atómicas- por esta razón, los árabes deben preparar las herramientas para la victoria”.
“Preparar las herramientas para la victoria.” Esto no era otra cosa que una mala excusa. Israel no había amenazado a nadie. No había duda de que Iraq estaba tratando de justificar su adquisición de la bomba atómica. Sólo había un verdadero significado: un peligro claro y presente para el pueblo de Israel.
“La decisión de atacar el reactor iraquí”, comentaba Ivry, “fue tomada sólo cuando quedó claro la cantidad de combustible nuclear que iba a llevar Francia en su ayuda a Iraq. Estos setenta y cinco kilogramos de material nuclear, una vez dentro del reactor, lo harían “caliente”. Después de eso, las implicaciones de un ataque serían mucho más graves. El ataque extendería la contaminación nuclear sobre una amplia zona. Esto obligó al gobierno a decidir rápidamente, antes de que el material llegara al reactor “.
El gobierno empezó a preguntarse cuántos de los atacantes probablemente no regresarían, Ivry calculó un porcentaje de “estimación de víctimas”. Estudió un número de pasadas misiones parecidas, de acuerdo con la metodología de operaciones investigación. Entonces el término “estimación de víctimas” empezó rondar y el pensamiento sobre este tema desagradable llegó a Ramat-David y a los pocos pilotos que estaban preparando la operación, dibujando mapas, calculando las cantidades de combustible y experimentando perfiles de vuelos y ataques a larga distancia. Estos pilotos comenzaron a preguntarse cuántos de ellos terminaría permaneciendo en Iraq. Alguien calculó que perderíamos sólo uno; Otros que dos. Más tarde, surgió la fea pregunta de quién de los ocho elegidos podría ser derribado. Todo el mundo pensó que podría ser él mismo. Hubo incluso apuestas secretas. Y durante todo ese tiempo, por encima de nosotros, las decisiones estaban siendo tomadas, luego canceladas. Unas cuantas veces el gobierno decidió ir a por ella. En una ocasión incluso habíamos arrancados nuestros motores y la misión fue abortada…
“Como todo el mundo sabe aquí “, dije, “fallé el objetivo. Yo era el único de nosotros cuyas bombas no impactaron Tammuz. Estaba muy avergonzado de mi fallo, pero esa no es la parte importante. La parte importante es que evité decir la verdad sobre la razón de ese fallo. Ahora seréis los primeros en escucharlo. “Vi que se animaban, y todos me miraban. (Reunión del planeador, ejecutor y líder del ataque con los pilotos integrantes del vuelo, 20 años después)
“En el pull-up para el ataque,” les dije, “tuve visión negra”.
“No estaba en en mi mejor momento de forma. Unos meses antes, había comenzado a tener síntomas asmáticos. Me negué a aceptarlo, no creía a los médicos y me convencí de que esto era sólo “algo pasajero”.Estaba tomando píldoras para aliviar mi respiración por la noche y sólo más tarde comprendí que aclaraban la sangre y bajaban la resistencia a las fuerzas-G.”
“Hasta este vuelo a Tamuz, había hecho mi entrenamiento de vuelo sin ninguna dificultad física, así que no esperaba lo que vendría. Entonces, la noche antes de la misión, tuve dificultades para respirar y no podía dormir. Después del despegue al día siguiente me sentí muy cansado y durante el vuelo a Iraq estuve cabeceando”.
Recuerdo este largo vuelo como una pesadilla interminable. Se prolongó durante más de noventa minutos, ocho aviones bamboleándose lentamente a baja altura, ahorrando cada litro de combustible. Primero me sentí bien, pero después de diez minutos, cuando cruzamos la espectacular cordillera Edom cerca de Eilat, la vista se volvió plana y monótona y empecé a sentirme cansado. Las grises y estériles extensiones se arrastraban a lo largo, cortadas a veces por largos y secos wadis y continuaban aparentemente para siempre. Mi avión se arrastraba por su cuenta. Tumbado sobre la espalda, atado en el cómodo sillón del F-16, me sorprendí una y otra vez dormido. Fue horrible. Traté de golpearme como lo hice esa noche en 1973 sobre el Mar Rojo, pero no pude superarlo. Simplemente, no había ningún peligro en el aire, alrededor no había nada y estábamos deslizándonos a través de una gris, nebulosa y totalmente vacía nada. Ni siquiera necesitaba navegar para estar despierto; El maldito F-16 hacía todo por su cuenta. Sabía que era mala cosa. Me quité los guantes y me pellizqué los muslos con las uñas. Traté de moverme en el asiento, de inhalar profundamente y sin embargo mi cabeza cayó, se levantó y cayó otra vez. De ese viaje entero sólo puedo recordar visualmente algunas crestas bajas y accidentadas que aparecían de la nada, pasaban lentamente por debajo de mí y luego se perdían para siempre en otra nada.
Por fin, cuando nos introducimos en Iraq, nos deshicimos de nuestros tanques externos de combustible y nos dirigimos hacia el rumbo final acercándonos al objetivo, me desperté. Cuando aceleramos sobre los campos del delta del Eúfrates, volví a estar vivo y alerta, pero algo malo detecté dentro de mí. Cuando llegó el momento del pull-up, tiré y, para mi sorpresa, me encontré completamente ciego. No perdí el conocimiento, mi cerebro siguió funcionando bien, pero yo estaba subiendo rápido y todo lo que podía ver ante mis ojos era la oscuridad.
Todos los pilotos conocen el fenómeno de la visión negra, cuando las Gs de aceleración mueven la sangre del cuerpo hacia las piernas, dejan la cabeza con presión sanguínea disminuida. Lo primero que sucede es que la visión se vuelve borrosa, luego totalmente negra y el piloto se vuelve ciego temporalmente. A veces puede desembocar en un desmayo. Este es un fenómeno similar a lo que experimentamos cuando nos levantamos demasiado rápido después de un largo período acostados en la cama. A veces nos mareamos. Recuperar toma segundos de tiempo. El desmayo en vuelo puede ser un verdadero problema. La pérdida del conocimiento puede ser fatal.
“Así que cuando regresó mi visión”, les dije, “me encontré picando en una dirección totalmente diferente y no hacia la cúpula del reactor. El reactor en sí estaba muy lejos de mi línea de vuelo y no pude conseguir situar mi pipper en él. Pensé en dar la vuelta y hacer una segunda pasada, pero no podía olvidar que teníamos órdenes. Ivry nos lo había prohibido de manera absoluta. “Una pasada y fuera de allí” había sido su orden. Ivry no quería que un avión solitario estuviera a diez o veinte kilómetros detrás de la fuerza principal, poniendo a todos en problemas.
Ivry asintió con firmeza. Y lo entendí. Y también que ya no era un chico inconsciente. Yo era un oficial de alto rango y se suponía que iba a dar ejemplo. No había salida. Vi que mi objetivo estaba fuera de alcance, así que dejé caer mis bombas lo mejor que pude en ese complejo de Tammuz “.
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