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De cómo los pilotos de Sturmovik se peleaban con su máquina


4mnesic

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  • Miembro LF

Próximo a terminar "La Estrella Roja contra la Esvástica", os traigo algún pasaje que espero que os parezca tan interesante como a mí.

 

He escogido este fragmento porque reúne varias cosas que nos resultan, seguramente, muy cotidianas en nuestras misiones simuladas, y que parecían darse también entre los pilotos reales, como el no tener claro cómo disparar sus armas, olvidar el cuidado del motor durante el fragor de la batalla, etc.

El libro está repleto de realidades de este tipo, que contrastan con la imagen que a veces tenemos de procedimientos rígidos y checklists.

En ningún caso lo traigo como ejemplo de "chapuza". Muy al contrario, me he encontrado con la manera rusa de acometer el día a día de un regimiento de Sturmoviks que hacían frente a lo que hiciera falta, ya fuese con procedimientos estandarizados, como procedimientos que ellos mismos "inventaban" y servían de mejora inmediata, evitando lastres administrativos.

 

Si alguno disfruta de IL*2 Sturmovik, le recomiendo esta joya. Es como leer el que pudiera ser el diario de cualquier jugador de este simulador. O bien, simular en IL*2 es como estar metido en este libro.

 

 

 

[...] No había suficiente personal técnico en el regimiento y un mecánico y un armador tenían que vérselas con cinco aviones a la vez. Desembalaron grandes cajas rojas que acababan de llegar de Moscú en un avión de transporte. Las cajas contenían los misiles. Era la primera vez que los mecánicos tenían oportunidad de fijarlos en los aviones. Un ingeniero de la fábrica supervisaba el trabajo. Alguien olvidó apagar la corriente eléctrica del avión y uno de los misiles silbó como un cometa y desapareció en el bosque.

 

El complicado día estaba llegando a su fin, cuando el comandante del primer escuadrón, el Capitán Spitsin, y sus sustitutos, Senior Poligruk Filippov y el Capitán Kholobaev, fueron citados urgentemente por el comandante del regimiento. Se presentaron al Coronel Naumenko, de aspecto rígido con sus dos condecoraciones de la Orden de la Bandera Roja (Order of the Red Banner) y un enorme Mauser en una funda de madera. Naumenco aleccionó a los pilotos: "Ustedes tres volarán para reconocer la región de Bobruysk. No ataquen nada al este del río Berezina, pero destruyan cualquier cosa al oeste del río. ¿Entendido?".

 

La tarea del primer vuelo operacional se había formulado en dos frases cortas. El comandante debía saber que Spitsin y Filippov habían tomado parte en la guerra de Finlandia, y Kholobaev también tenía experiencia.

Puesto que no había preguntas, Kaumenko dijo "¡Adelante!".

Los pilotos saludaron y se apresuraron a sus aviones. Demasiado tarde, las preguntas les venían a la cabeza una tras otra. ¿Qué se supone que debían hacer concretamente? ¿Qué blancos debían atacar y con qué armas? ¿Hasta dónde debían de continuar hacia el oeste? ¿Qué ruta debían escoger y a qué altitud debían volar?

Deberían encontrar ellos mismos las respuestas. Primero de todo, trazaron la ruta. Dibujaron una línea en el mapa que cruzaba el Berezina la notrte de Bobruysk y luego giraba a la izquierda, hacia la autopista de Slutsk. El resto era simple. Decidieron volar a una altura de treinta metros con Kholobaev a la izquierda y Filippov a la derecha. ¡Es la hora!

 

Ocho misiles colgaban del avión de Kholobaev. El piloto se apresuraba en abrochar las correas del paracaídas, se metió en la cabina y trató de recordar en qué posición debía colocar el interruptor para lanzar misiles y soltar bombas. Miró alrededor y vio al ingeniero de armamento del regimiento. Kholobaev le llamó agitando la mano, y el Capitán Dremyuk corrió al avión.

"¿Cómo se coloca el interruptor eléctrico para bombardeo?".

"¿Va a soltar las bombas en secuencia, de una vez, o una a una?"

"¿Cómo voy a saberlo? Dependerá de la situación"

"Entonces lo colocaremos para soltarlas una a una"

Dremlyuk giró el mando hacia la marca de la derecha.

"¿Qué hay del interruptor para los misiles?"

Dremlyuk giró el mando hacia la derecha, después a la izquierda... luego se rascó la cabeza y dijo: "Escuche, camarada Capitán, si me espera un segundo traeré al ingeniero de la fábrica que puede contárselo todo", y desapareció.

 

Pero no había tiempo que perder. Spitsin y Filippov ya estaban haciendo taxi. Kholobaev encendió el motor, aceleró y se dirigió a la pista. Miró hacia atrás y vio a Dremlyuk corriendo hacia el avión con el ingeniero de la fábrica. Treparon hasta la sección central cuando el avión estaba ya en la línea de despegue, se agarraron a la cabina desde ambos lados y comenzaron a explicarle al piloto cosas en ambos oídos. Kholobaev consiguió preguntarle al ingeniero cómo debía apuntar con los misiles.

"¡Apunte con la mira al objetivo y dispare!".

"¡De acuerdo! Salten rápido, estoy despegando..."

 

Uno a uno los pilotos levantaron la mano señalando "Listo para despegar". Aunque los Shturmoviks estaban equipados con radio transmisores, nadie los usaba entonces. Los pilotos habían intentado sintonizarlos con anterioridad en Bogoduhov, pero no se oía nada salvo el estallido permanente en los cascos. El ruido no permitía al piloto controlar el motor de oído, así que desistieron de las comunicaciones inalámbricas.

 

Los aviones despegaron, tomaron el rumbo, y anotaron la hora. Los pilotos se preguntaban cómo iban a distinguir al enemigo. No había una línea en el mapa que definiera el frente, y la situación no estaba clara. Les preocupaba la posibilidad de disparar a sus propias fuerzas.

 

[...] Cruzaron el Berezina. No había tropas en la parte este del río. ¿Dónde estaba la fuerza que se suponía que debía frenar el avance fascista? Los pilotos podían ver Bobruysky columnas de humo negro encima. Los Shturmoviks iban a toda velocidad a lo largo del río sobre las copas de los árboles. El tiempo estimado se había cumplido. Los aviones comenzaron a virar, casi golpeando los árboles con el ala izquierda. Ahí estaba la autopista Slutsk y... una columna.

 

[...] Nuestros aviones acabaron el viraje justo encima de la columna. Los pilotos presionaron los botones varias veces. No apuntaban, era imposible fallar volando tan bajo sobre tal horda. Los aviones soltaron su pesada carga y se elevaron un poco. Los pilotos no vieron explosiones, pero veían el pánico propagarse a lo largo de la columna. [...] Sus dedos buscaron a tientas el botón de lanzamiento de los misiles pero no lo encontraron a la primera. Presionó algo y un fiero cometa salió disparado del ala. Presionó una y otra vez, pero los misiles desaparecían delante sin poder ver dónde explotaban. Furioso presionó el botón con todas sus fuerzas. La columna de control se movió un poco hacia delante y el avión bajó el morro. Esta vez el misil explotó en medio de la columna. ¡Eso sí fue una explosión! El piloto no podía creer lo que veía. Fragmentos de un camión, jirones de lona y algo más saltaron por los aires. ¡Wow, eso ha sido un buen disparo! Pero no había fin en las tropas delante y todos le estaban disparando. Kholobaev sabía que debía atacar, pero ¿con qué? Entonces recordó: "¡Las ametralladoras!". Presionó el botón, pero no ocurrió nada. "¿Estoy pulsando el botón correcto?" Sí, era el correcto. Pulsó el mando de recarga y presionó de nuevo el gatillo. Las ametralladoras continuaban en silencio. Y estaba dejando los blancos atrás...

 

[...] ...algo se iluminó detrás suyo. Kholobaev oyó una explosión y el avión se tambaleó tan violentamente que el recubrimiento de gruesa armadura del depósito se levantó. Niveló el avión pero fu alcanzado de nuevo. El asiento bajó, los arneses se hundieron en sus hombros y la cobertura del depósito volvió a levantarse. Las baterías antiaéreas le estaban disparando. "Este parece el fin de Kostya Kholobaev" pensó el piloto. Guió de un lado a otro disparando largas ráfagas. No tenía sentido ahorrar balas ahora. Tenía una pequeña oportunidad, al menos podía morir luchando.

 

Las ametralladoras estaban vacías, pero Kholobaev aún se revolvía arriba y abajo. En cierto momento se encontró volando sobre el Berezina. Bobruysk, ardiendo, quedó atrás. Delante estaba el verde bosque y el silencio.

Kholobaev viró a la derecha hacia el aeródromo. El sol ahora brillaba desde detrás y el piloto vio que el parabrisas estaba salpicado de agua y aceite. Miró a los instrumentos: el indicador de presión marcaba casi cero, y los termómetros de aire y aceite estaban casi en la línea roja. Un olor a quemado inundaba la cabina. "Ahora se parará el motor y caeré en el bosque" pensó Kholobaev.

Se dio cuenta de que aún volaba a la máxima velocidad y que había olvidado abrir la pantalla blindada del radiador de aceite. Por eso se sobrecalentaba el motor. Redujo el gas y empujó la palanca de la pantalla hacia delante. La temperatura del agua empezó a bajar lentamente. "Quizá el motor aguante hasta el aeródromo". Solo entonces se acordó de Spitsin y Filipov, pero no los veía alrededor.

 

El resto de esta historia cuenta cómo Kholobaev aterrizó sano y salvo. También llegaron sus compañeros. Los aviones de ellos tenían arreglo. Al suyo, en cambio, le había llegado la hora.

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